lunes, 19 de octubre de 2009

En día 279... MJ dijo

Víctor, no sabes cuánto agradecemos también desde MED-EL la descripción tan precisa que estás arrojando en este blog acerca de tu percepción.
Con tu permiso, y como complemento, léase esta información como anexo a tu estupendo comentario:

Cuando estamos utilizando nuestra audición normal, cada frecuencia incide mayoritariamente en una región concreta de la cóclea produciendo la deflexión de la lámina tectorial principalmente en esa zona y, por lo tanto, provocando la activación de las células ciliadas de esa zona y la consiguiente despolarización de las neuronas de esa región; con lo que nuestro cerebro, al cabo del tiempo, en los primeros meses de vida, aprende a que la información procedente de esta región coclear corresponde a esa determinada frecuencia, produciéndose un fenómeno de "mapeo frecuencial del córtex cerebral" en función del lugar de la cóclea estimulado y que nos constituye la memoria auditiva respecto a la que vamos a comparar todos los sonidos que escuchemos a lo largo de la vida.

En el momento en que sufrimos una hipoacusia y dependiendo de la región coclear afectada, existen menos células ciliadas que puedan activarse por una misma intensidad de sonido, lo que implica que, a su vez, que con esa intensidad de sonido se recluten menos neuronas del ganglio espiral afectando a la percepción de las distintas frecuencias en función de qué región coclear se encuentre menos poblada de células ciliadas "activables". Esa percepción de frecuencias se encuentra afectada en la resolución en amplitud del sonido que percibimos que se verá más o menos paliada con la amplificación acústica proporcionada por la amplificación a través de la prótesis auditiva pero, debido a la compresión del sonido, para que se pueda escuchar en el rango dinámico existente para esa determinada frecuencia, se produce a su vez una pérdida de resolución en la amplitud (volumen) de la intensidad sonora y, por tanto, de la capacidad de entender en situaciones de escucha adversa.

Cuando la hipoacusia es tan profunda que por mucho que amplifiquemos el sonido no se reclutan suficientes neuronas como para que ese sonido tenga la calidad suficiente como para que podamos comprender la voz lo suficiente, hemos de reclutar directamente las neuronas del ganglio espiral mediante el implante coclear. Cuando se introduce la guía de electrodos dentro de la cóclea los contactos de los electrodos se sitúan en una posición donde aproximadamente se percibirían en la audición normal las frecuencias asignadas a esos electrodos. Pero esa posición es solo aproximada ya que las cócleas son diferentes en dimensiones y angulación de una persona a otra y, a su vez, existen variaciones en la inserción de los electrodos alcanzada de unas personas a otras.

Por lo tanto es imposible que el "mapeo cerebral frecuencial" percibido a través del implante coclear sea exactamente igual al que habíamos creado al percibir el sonido a través de nuestra audición normal. Además de que la resolución espectral del implante coclear es considerablemente menor que la resolución espectral de la cóclea normal (12, 16 ó 22 canales frente a 30.000 células ciliadas). Por esos motivos la asignación de frecuencias en un implante coclear implica cierto desplazamiento frecuencial en la forma en la que podéis percibir el sonido.

No obstante, si mantenemos la asignación frecuencial actual durante el suficiente periodo de tiempo, finalmente nuestro cerebro aprende que ésta es la condición de audición natural.